Estimados
alumnos, estas son las indicaciones del trabajo Nº 1 de evaluación continua que
debe presentarse el viernes 16 a las
12:00 p.m
Yolanda Ho
Universidad de Piura
Facultad de Comunicación
Comprensión Lectora y Expresión Escrita II
Evaluación Continua
Calificación: 2 puntos
16 de agosto de 2013
A partir del análisis y reflexión del texto “El éxito
y el fracaso” responder a lo siguiente:
1. ¿Qué tipo de texto es? ¿A que estructura responde?
2. ¿Cuál es la fuente? ¿Es confiable?
3. ¿Cuál es el
propósito?
4 ¿Cuál es el objetivo del autor? ¿Sobre
qué quiere instruir?, ¿Quiere informar? ó ¿de qué quiere persuadir? ¿Cuál es el
motivo para escribir el texto?
5.¿Qué
lenguaje se emplea?
6.¿En que tono
escribe?
7.¿Cuál es el
tema? ¿Corresponde con el título?
8. ¿Cuáles
son el/los principales punto(s) de vista
expuestos?
9 ¿Hay una
tesis del autor?
10.Si es el
caso, ¿cuál es la evidencia que el autor plantea para apoyar la tesis?
11.
¿Es acertado el autor en lo que dice? ¿Se fundamenta en afirmaciones confiables
o razonamientos lógicos?
12. Basándose en su experiencia y conocimientos
previos, desarrolle en un máximo de veinte líneas el sentido global del texto. Exprese
su opinión personal. ¿Lo acepta
o lo rechaza? ¿Por qué?
Los trabajos se depositarán en el buzón de la Facultad hasta las 12.m del día viernes 16 de agosto.
A partir de esa hora se recogerán. Es importante no omitir la sección a la que se pertenece en la primera página tal como se
ha indicado a fin de facilitar la clasificación y evaluación de los mismos.
Recuerde que el desarrollo del trabajo exige un
análisis y reflexión personal; interesan sus opiniones y el modo de
fundamentarlas. Por lo tanto, el trabajo en equipo no es válido.
Tenga en cuenta la plantilla para el desarrollo de los
trabajos escritos.
El éxito y el fracaso
1. Éxito y competividad.
En nuestra cultura se piensa muchas veces que
la competitividad es el camino del éxito, y que ambas cosas forman parte
irrenunciable de la felicidad que la vida nos puede ofrecer. En el cine, la
literatura, la publicidad y la vida real es todavía muy frecuente encontrar
imágenes y modelos de gente a la que todo le sale bien, gente que apretando los
dientes consigue imponerse a los demás en la dura lucha por la vida, gente que
no parece conocer la derrota, o que no quiere reconocerla.
Enseguida salta a la vista que esas
imágenes ofrecen una sola cara de la vida: la del triunfo placentero y gozoso.
Pero hay un reverso, otra cara distinta, en la cual todos terminamos por
encontrarnos alguna vez, aunque no queramos: aquella situación en la que el
dolor y el fracaso destrozan la falsa ilusión de que todo marchaba bien, de que
somos autosuficientes, de que todo está bajo control y de que nos hemos instalado
por fin en el éxito y la seguridad.
La vida humana es un ciclo de éxito y
fracaso: unas cosas salen bien y otras mal. Nadie puede engañarse a este
respecto. Cuando esto se olvida, incluso se piensa que el que no triunfa es un
perdedor, y que la calidad de las personas se mide por su currículum, por sus
realizaciones, por sus éxitos y por el dinero que éstos le reportan. Tanto
vales, tanto ganas, tanto eres. Quien no triunfa, no es nadie. Por eso es
despreciable.
Según este
modo de pensar, hay que conseguir el triunfo cueste lo que cueste. Frente a
esto conviene decir que luchar por él es bueno y necesario, pero no conviene
obsesionarse demasiado, puesto que no siempre es posible lograrlo; muchas veces
depende de la suerte, y no solo de la habilidad. Cuando alguien cae en la
tentación de querer asegurar el éxito a toda costa, hace pequeñas trampas para
que no se escape. Y así, se llega a considerar que el que triunfa es el listo,
y el que fracasa es el tonto. El listo es el que pone las reglas, el que domina
la situación gracias a su previsión y habilidad, y en definitiva, a su fuerza
de dominio sobre los demás. Así se acaba confundiendo el éxito con el poder, se
antepone la competitividad a la cooperación e incluso se llega a tomar la ley
del más fuerte como criterio de conducta: siempre vence el que domina, hay que
dominar al otro, y si es necesario, engañarle, arrinconarle y aplastarle.
Esta lógica
termina siendo una forma de poder mafioso. A1 final el fracaso sobreviene
inevitablemente, pues, como ya se dijo, no hay vida humana sin fracaso. Hoy en
día estamos ya más sensibilizados hacia los perdedores, hacia los que no han
tenido éxito, hacia los desposeídos, los pobres, los enfermos, los inmigrantes
y los ancianos. Y es que, hay que convencerse, en la
vida no todo sale bien, hay un tanto por ciento de nuestras acciones
que se frustran, que se malogran, que no alcanzan el objetivo previsto. Y lo
mismo sucede con las instituciones, con las personas y hasta con los pueblos.
2. En qué consiste el fracaso
El fracaso,
sencillamente, consiste en la no realización del objetivo de la acción, en la
interrupción de las tareas comenzadas, en el abandono de los ideales y de los
proyectos. No siempre podemos lograr
lo que nos proponemos. Por eso cabe preguntarse: ¿Y esto por
qué sucede? La respuesta es muy sencilla: la inseguridad, el riesgo y la
incertidumbre son elementos constitutivos de la vida humana, no se pueden suprimir, lo más que puede hacerse es
tratar de reducirlos. Frente a una magnífica previsión, surgen datos nuevos,
frente a una perfecta planificación, las circunstancias cambian. Cuando
pensábamos dominar la situación, surgen accidentes fortuitos, cambios de
meteorología, problemas de salud, etc., que son totalmente imprevisibles y,
arruinan lo que estábamos haciendo. El hombre nunca domina del todo la
situación en que se encuentra, nunca consigue que las cosas se desarrollen
exactamente como había previsto.
Aquí surge
ya una primera consecuencia práctica: los fracasos no siempre son culpa
nuestra, dependen de factores externos al agente y a la obra fracasados. Hay
muchas obras de arte, muchas personas, muchas magníficas realizaciones
profesionales, muchos actos de virtud, que nadie reconoce o que al menos no se
reconocen en su verdadero valor, sencillamente porque en el mundo existe la
ignorancia, la falta de atención, el olvido y la prisa. Y
esto no es culpa del autor. Por eso, deprimirse en exceso por un fracaso
significa no entender que puede deberse a factores no atribuibles a nosotros.
A pesar de
esta realidad, el fracaso y el éxito tienen una inmensa fuerza
de transformación de las personas: si no la tuvieran, no serían tan importantes
como realmente son. Tienen esa fuerza sencillamente porque marcan la
diferencia, siempre dolorosa, entre lo que nos gustaría ser y lo que realmente
somos, entre aquello que aspiramos a lograr y lo que efectivamente logramos
conseguir.
Un aspecto
decisivo de la madurez de las personas es precisamente conocer esta diferencia,
aceptar que existe y no desistir intentar alcanzar nuestra meta a pesar de que
esa diferencia nunca termina de desaparecer. Quien sabe que esa desaparición no
es posible, pero la acepta continúa creyendo en su ideal, y se mueve hacia él,
con esfuerzo renovado, ése no sólo es una persona madura, sino seguramente
también una persona fuerte, constante y empeñada, que al final consigue una
buena parte de lo que se había propuesto. Por el contrario, quien se frustra al
descubrir esa dolorosa distancia entre lo que pensó ser y lo que realmente ha
llegado a ser, éste desiste de continuar intentando ser lo que pensaba ser, y
se conforma con lo que va tiene: aunque no lo reconozca, es fácil que por
dentro se considere un fracasado.
En
la vida humana no todo sale bien, hay un porcentaje de nuestras acciones que se
frustran, que no alcanzan el objetiva previsto
3. Actitudes recomendables ante el fracaso
1) Lo
primero que hay que hacer ante el fracaso es aceptarlo y reconocerlo como tal:
aceptar que hemos cometido un error, que hemos llegado tarde por descuido
nuestro, etc. La aceptación se manifiesta en llamar a las cosas por su nombre,
sin disimulos.
Conviene
saber que el hombre está dotado de un mecanismo que estorba o impide esta
aceptación: consiste en la reacción espontánea que nos lleva a pensar que
aquello no puede ser así, o que desde luego nosotros lo hemos hecho bien y que
son otros los culpables, o sobre todo, que eso que hemos hecho de ninguna
manera es un fracaso o error nuestro. En definitiva, el mecanismo induce a
pensar con toda seriedad que nosotros tenemos razón v los demás se equivocan.
Pero la verdadera realidad es la contraria.
Reconocer
los propios errores y fracasos es una cosa muy difícil de aprender y de
practicar. Sin embargo, tiene un sorprendente carácter liberador porque te descubre
cuál es la verdadera realidad: te hace salir del engaño en el que estabas.
Quizá uno puede pensar que es muy inteligente, v la fuerza de los hechos le
descubre que tiene una inteligencia normal. Aceptar el fracaso es aceptarse a
uno mismo como realmente es, y no como pensaba uno que era o como le gustaría
ser. Hay que tener un concepto verdadero de la propia persona y del mundo que
nos ha tocado vivir: es algo así como despertar a la verdadera realidad, no
vivir de sueños, no engañarse.
2) Lo segundo que hay que hacer ante el fracaso es valorarlo en su
justa medida, ni más ni menos de lo que merece. Esto tampoco es fácil, pero es
completamente esencial para poder después superar ese fracaso. La inmensa
mayoría de las personas que no superan sus fracasos les sucede que los han
valorado en exceso.
La idea más
importante a tener en cuenta aquí es que nunca hay fracasos o éxitos totales: En
el conjunto de nuestra vida, el éxito o el fracaso correspondientes son sólo un
momento, una parte, nunca se extienden a la totalidad de la vida de la persona.
Por eso lo que hay que hacer reconocerlos
y ponerlos entre paréntesis, compararlos con el conjunto para ver que también
hay otras cosas de signo contrario.
Relativizar
el éxito y el fracaso consiste en quitarle importancia, mirar el conjunto,
mirar a los demás, y descubrir que no es para tanto, que lo que nos parecía
enorme en realidad es bastante pequeño. Un arma decisiva para relativizar las
cosas es el humor, la ironía, el saber reírse de uno mismo, ver lado el lado
cómico de las situaciones. Esto significa no tomarse totalmente en serio ni a
uno mismo, ni al éxito, ni al fracaso. Cuando uno se los toma del todo en serio
lo que hace es cargar sobre sí un peso muy pesado, un fardo que nos oprime y
fija nuestros pies a la tierra que pisamos. En cambio, no tomarse las cosas
totalmente en serio da libertad v distancia respecto de ellas, permite verlas
en perspectiva, juzgarlas en su verdadero tamaño.
3) En tercer
lugar, el fracaso hay que superarlo, dejarlo atrás, ir más allá de él.
Para esto lo que se precisa es tener un motivo suficiente para sobrellevarlo.
Ese motivo suficiente es lo que da sentido a nuestro dolor, pues éste se pone, por así decir, al
servicio de aquél. El motivo suficiente puede adquirir la forma de un ideal y
de una tarea de realización de ese ideal, los cuales llenan la vida, y dentro
de los cuales el éxito o el fracaso son puestos en relación con el
conjunto, así desempeñan una función
positiva. Cuando uno tiene un por qué soporta cualquier cómo. Cuando tenemos un
ideal, un motivo o una persona que justifiquen aguantar los dolores,
sufrimientos, y fracasos, éstos se hacen más llevaderos, más livianos, porque tienen sentido.
Lo que más
sentido da al sufrimiento y al fracaso es que exista un beneficiario de
nuestros esfuerzos y afanes. Cuando uno
tiene a quién amar, uno ha encontrado el por qué sufrir, el dolor se
convierte en sacrificio, en regalo que se hace al ser amado: sufrimos nosotros
para ahorrarle a él ese trance, hacemos nuestros los dolores del amado, no nos
importa sufrir con tal de que él goce.
4) Por último, es muy evidente que uno de los más
positivos rendimientos del fracaso es la adquisición de experiencia. (cuando
las cosas nos salen mal, aprendemos de nuestros errores, descubrimos dónde
estuvo la equivocación de nuestra estrategia, elegimos un modo mejor de hacer
las cosas, evitamos en lo sucesivo cometer de nuevo esa equivocación, en la
medida en que somos capaces (las más de
las veces es ésta una medida muy pequeña).
4.
Factores del éxito
Puesto
que el éxito es más deseable que el fracaso, conviene añadir algunas
recomendaciones para obtenerlo más fácilmente:
1)
Lo primero que hace falta para tener éxito es no buscarlo, no creer en él, no
convertirlo en fin, no obsesionarse con alcanzarlo, sino concentrarse en
realizar la actividad que quizá llegue a ser exitosa. Esto se logra teniendo
fines que van más allá del resultado de nuestras acciones. Cuando uno admira algo
por lo que vale, no por la utilidad que reporta, uno ha comenzado a moverse hacia las cosas buenas por razón de ellas mismas, y no por
apuntarse al éxito de lograrlas. Uno debe buscar las cosas buenas por el valor
intrínseco que tienen, y no por verse convertido en dueño de ellas.
2) Para
tener éxito es preciso en segundo lugar planificar v efectuar una buena
estrategia en nuestra acción v conducta. Esto consiste, sobre todo, en una
acertada elección de los fines (que sean asequibles, atrayentes, adecuados v
útiles o necesarios) y de los medios (que sean los idóneos para alcanzar los
fines elegidos). La deliberación necesaria para realizar una buena estrategia
puede llevar mucho tiempo y requerir el concurso de muchas personas que dan su
consejo y asesoramiento: hay que saber pedir ambas cosas, y fiarse de la
experiencia de los demás, puesto que ése es una inmejorable manera de
aprovecharla.
Cuando uno tiene un por
qué vivir, soporta cualquíer cómo. El sufrímíento y fracaso se hacen más
llevaderos, más livianos, adquieren sentido.
3) El secreto del
éxito es ser tenaces en la
realización de algo de calidad.
Cuando hacemos bien las cosas, a
conciencia, sin improvisaciones ni chapuzas, hemos dado un paso de gigante para
conseguir lo que nos propongamos. La mayoría de los fracasos humanos son
"críticas de una muerte anunciada", es decir, algo que se veía venir
por la deficiente manera de plantearse y moverse hacia el objetivo propuesto.
Quienes no escatiman esfuerzos y trabajan bien, quienes insisten en ofrecer un
trabajo bien acabado, una obra digna, al final obtienen recompensa para sus
esfuerzo.
4) No se
puede tener éxito si se descuida recabar la
ayuda de los demás. No existe el éxito solitario. Toda tarea exitosa
tiene detrás el concurso de muchas personas que han ayudado al que triunfa de
muy diversas maneras, por ejemplo un piloto de carreras. Quienes no cultivan el
buen trato y la amistad con los demás, difícilmente recibirán su ayuda. Por eso
las personas amigables reciben más cooperación que los autosuficientes, y por
eso tienen más éxito que éstos. En la vida es más importante la
amistad y el desinterés que la eficacia.
5) La
tenacidad y la perseverancia son imprescindibles para superar el fracaso y
alcanzar el éxito. Sólo quienes trabajan duramente a lo largo del tiempo,
quienes no desisten de su esfuerzo, quienes no se dejan llevar por los momentos
bajos del ánimo, quienes no escuchan a los derrotistas, quienes derrochan
convicción, ilusión y ganas, consiguen al final lo que buscan. Para triunfar se
precisa creer en lo que uno
hace: ésa es la fuente de la constancia y la tenacidad que lleva a
conseguirlo.
6) Sin
embargo, uno puede tener todo lo anterior y no tener éxito. ¿Por qué? La
respuesta es de nuevo muy sencilla: porque el éxito, como el fracaso, no
depende sólo de nosotros. Existe un conjunto de factores exteriores, que suelen
resumirse con palabras como suerte o azar, que son los que hacen posible el
éxito en la forma de oportunidades que a uno le son ofrecidas.
Es evidente
que para tener éxito las circunstancias deben ser mínimamente favorables. Uno
necesita, no sólo la ayuda de los demás, sino también, por así decirlo, de los
elementos. La situación debe ser tal que posibilite lo que estamos intentando.
Con esto no decimos que el hombre deba resignarse a la suerte que le toca, como
si él no pudiera hacer nada. Más bien al contrario, existe una actitud humana
que consiste precisamente en el aprovechamiento de las circunstancias
favorables. Esa actitud se llama sentido de
la oportunidad. Quienes lo poseen saben aprovechar las
circunstancias propicias o adversas para intentarlo o esperar tiempos mejores.
La puesta en
práctica de estos "factores de éxito" ayuda a adquirir una gran
variedad de virtudes que enriquecen a la persona. Por eso se puede concluir con
algo muy importante: el mayor éxito que uno puede lograr no es el éxito social
o profesional, sino el éxito ante uno mismo, el
éxito de una peesona en el pleno sentido de la palabra. Y eso consiste en
ser la mejor persona que uno puede llegar a ser, una persona feliz, realizada
en plenitud de esas capacidades Unamos las llamadas virtudes, de las cuales
aquí se han puesto suficientes ejemplos como para concluir así: el que es
virtuoso llega a ser feliz, éste es el verdadero éxito.
Por: Ricardo Yépes. Nació en Madrid el 8 de diciembre de 1953 y
falleció el 26 de diciembre de 1996 en Huesca, a causa de un accidente de
montaña. Fue un profesor universitario, un ensayista y un filósofo brillante
que dirigió algunos empeños editoriales. Es autor también de varios libros de
Filosofía y Antropología. Entre sus obras
de divulgación científica destaca Entender
el mundo de hoy: cartas a un joven estudiante. Recopilación de
cartas de un joven filósofo a los universitarios de nuestra época.